En 1998, la ESA decidió independizarse de la NASA para
establecer su propia red de seguimiento de las sondas de espacio profundo en
las distintas misiones interplanetarias. El objetivo era establecer tres
estaciones terrestres que cubran los 360º de rotación de la Tierra.
Fue una decisión difícil en 2009 elegir donde se iba a
instalar la DSA 3 si en la Argentina o Chile. Pero prevaleció Argentina debido
a las importantes condiciones ambientales de Malargüe y también a los acuerdos
de cooperación científica y espacial que este país tiene con la ESA, constituida
por 20 países europeos. Estos acuerdos de cooperación fueron extendidos en
2013, cuando comenzó a trabajar la antena, por otros 10 años, hasta 2023.
Como parte del acuerdo con la Comisión Nacional de
Actividades Espaciales (CONAE), el 10% del tiempo de la estación está
disponible para el uso de los científicos e ingenieros argentinos que estén
realizando investigaciones en el espectro de ondas de radio. Esto ofrece una
oportunidad única de investigación a la ciencia local, que también se ve
beneficiada con los cursos y talleres que se brindan en Europa en el marco del
acuerdo.
El equipamiento y funcionamiento está a cargo de la ESA, su
función principal es el estudio del espacio profundo y ha sido utilizada para
comandar naves espaciales.
La estructura de esta antena tiene 35 metros de diámetro, 40
metros de altura y un peso de más de 1.000 toneladas y pone a Mendoza como
pionera en materia de investigación espacial, ya que cuando la ESA decidió su
instalación, estudió otros lugares del país y de Chile, pero Malargüe ganó la
pulseada.
La estación de Margüe, fue inaugurada en diciembre de 2012 e instalada con la colaboración de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Esta antena está conectada con otras dos estaciones ubicadas en Australia (New Norcia) y España (Cerebros), finalizadas en 2002 y 2005, respectivamente, y entre todas permiten captar sondas que operan más allá de los 2 millones de kilómetros de la Tierra.
Solo hay tres antenas de este tipo en todo el mundo: la DS1
-ubicada en Australia-; la DS2 -en España-; y la DS3 -en Malargüe ( Argentina)-
es la de tecnología más avanzada, por lo que Pazos afirmó que "en todas
estas misiones la estación DS3 cumple un rol fundamental".
Movimiento
La enorme antena de 35 metros de diámetro y 610 toneladas de
peso, se puede girar, elevar y apuntar con una precisión extraordinaria,
incluso cuando hay fuertes vientos o temperaturas extremas. Son capaces de
transmitir señales de radio con una potencia de hasta 20 kW – lo suficiente
como para utilizar unas 10.000 cafeteras domésticas.
Las prestaciones de estas estaciones no dependen únicamente
del movimiento de sus partes mecánicas: las antenas utilizan avanzados sistemas
electrónicos desarrollados en Europa, entre los que destacan los amplificadores
criogénicos de bajo ruido, y unos espejos metálicos elaborados con una
precisión exquisita.
Según explica la ESA, basándose en las propiedades
geométricas y en los fundamentos físicos que gobiernan la propagación de las
ondas de radio, las estaciones utilizan una serie de 'espejos dicroicos' hechos
de metal para reflejar y separar las señales transmitidas de las recibidas.
Gracias a estos espejos, las estaciones originales, que
entraron en servicio en los años 2001 (Australia), 2006 (España) y 2013
(Argentina), han proporcionado excelentes enlaces con un gran número de
misiones de la ESA. Pero ahora necesitan modernizarse para los nuevos planes de
la ESA en la exploración espacial.
Misiones espaciales
La antena es clave para recibir información vital de las
principales misiones espaciales que la ESA lleva adelante a través de sus
satélites y naves espaciales, como por ejemplo la sonda Mars Express -que
orbita el planeta rojo a una distancia de 193 millones de kilómetros- para
estudiar su atmósfera y geología.
También recibió información de la nave Rosetta y del
descenso histórico de su robot Philae a la superficie de un cometa. Logró
obtener información de la sonda Venus Express y actualmente recibe datos e
imágenes de las misiones Gaia, que medirá la posición exacta de mil millones de
estrellas en nuestra galaxia y de Lisa Pathfinder, que busca detectar ondas
gravitacionales generadas por objetos de gran tamaño como los agujeros negros.
Argentina en la Tecnología de Cassini
No sólo los ojos atentos de los científicos en el mundo
siguieron las instancias de la Misión Cassini. Desde la localidad de Malargue
en la provincia de Mendoza, Argentina, una enorme antena parabólica de 35
metros de diámetro, mantuvo
comunicación con Cassini. Desde la Estación DS3 Malargue se bajaron datos de la misión y estuvo preparada como soporte a la Estación DS1 New Norcia en Australia, para
ser usada como estación principal si se lo requiería, para seguir el final de la sonda Cassini sobre la atmósfera de Saturno, hecho ocurrido el pasado viernes 15 de septiembre.
Mediante la cooperación espacial entre la agencia
europea y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Nuestro país
también dispone de las capacidades de observación de la antena, accediendo al
uso de tecnología de punta para investigaciones científicas nacionales.
Stanislav Makarchuk, Responsable de Cooperación en Proyectos internacionales de
Exploración del Universo de la CONAE señaló que “la Estación, en operación
desde el año 2012, brinda apoyo a la misión Cassini a través de telemetría,
control de misión y adquisición de datos obtenidos por los instrumentos
instalados en la sonda Cassini” y enfatizó que “el apoyo brindado a esta misión
por medio de la Estación DS3 Malargue de la ESA, es un aporte más de Argentina
a la exploración del Universo”.
Nueva inversión
La Agencia Espacial Europea (ESA) invertirá cuatro millones
de euros para incorporar tecnología de alta complejidad en su base de Malargüe,
suma que será destinada a la ampliación de la red eléctrica de 13,2 kV a 33 kV,
además de la instrumentación del Parque Científico, y un trabajo especializado
en metalmecánica.
El nuevo equipamiento soportará el requerimiento de ancho de
banda hacia una frecuencia más alta, imprescindible para las nuevas misiones
previstas para los próximos años, en las que se explorará Mercurio y el Sol, se
analizarán los agujeros negros y se continuarán los estudios en Marte, todas
misiones para las que se requiere una amplia velocidad de transmisión de datos.
La ESA continuará buscando rastros de vida en Marte con la
nave Exomars 2020; enviará en 2018 el Solar Orbiter a nuestra estrella para
fotografiar por primera vez sus polos; lanzará también ese año el módulo
BepiColombo a Mercurio para cartografiar su superficie e investigará su
magnetósfera; irá por primera vez a Júpiter y sus lunas con su nave Juice en
2022 y pondrá en el espacio al telescopio Euclid en 2020 para buscar materia
oscura y energía a 10.000 millones de años atrás en el tiempo.
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