sábado, 1 de marzo de 2014

Jorge Newbery a un siglo de su paso a la inmortalidad


Centenario del fallecimiento de Jorge Newbery

Jorge Alejandro Newbery, quien fuera uno de los primeros ídolos populares del siglo pasado, nació en una casa de la calle Florida, de Buenos Aires. Hijo de Ralph Newbery, un médico odontólogo que dejó Nueva York para radicarse en la Argentina, y de Dolores Malagarie, una dama de la alta sociedad porteña. Jorge Newbery estudió en la escuela escocesa San Andrés de Olivos, obteniendo el título secundario de bachiller en 1890.

A los 16 años viajó a los Estados Unidos para cursar estudios de ingeniería eléctrica en la Universidad de Cornell, en Nueva York, y luego continuó su educación en el Instituto de Tecnología de Drexel, en Filadelfia. Uno de sus profesores fue el célebre inventor Thomas Alva Edison. En 1895 regresa a la Argentina, con 20 años y el título de ingeniero eléctrico, e ingresa a la compañía Luz Eléctrica y Tracción del Río de la Plata, empresa creada en 1889 e integrada por Walter R. Cassels, representante de la Brush Electric Company de Cleveland, Estados Unidos y con el aporte de capitales británicos, para proveer de energía al alumbrado eléctrico de la ciudad de La Plata, primera ciudad de América del Sur con este
 Newbery, capitán de fragata
servicio. Posteriormente se buscaría llevar “iluminación particular por medio del sistema incandescente”, servicio que empezó a prestarse regularmente en 1888, cuando se tendieron las primeras redes de distribución.

En 1897, Newbery ingresa a la Marina Nacional donde llegó a ser Capitán de Fragata sirviendo como ingeniero electricista de las naves “Buenos Aires” y “Garibaldi”. Durante su servicio se le encomienda viajar a Europa para adquirir equipamiento apropiado para los buques de guerra y las unidades de defensa de las costas que se utilizaban entonces. Mientras se desempeñaba como electricista, también ejercía como profesor de natación en la Escuela Naval.

Tras su período de servicio, pasa a la función pública para desempeñarse desde mayo de 1900 como Director General de Instalaciones Eléctricas y Alumbrado, designado por el entonces Intendente Adolfo Bullrich. 

Su pasión por la aviación

Cuenta la anécdota que el primer hecho trascendente que acercó a Newbery a la aviación se produjo el 25 de diciembre de 1907 cuando el dandy porteño Aarón de Anchorena, quien se había hecho fanático de los vuelos en globos aerostáticos en Francia, se dispuso a realizar el primer cruce en globo del Río de la Plata. Anchorena compró en Francia un globo de 1.200 metros cúbicos de capacidad y contrató a un experto francés, Louis Faberes, para acompañarlo en la travesía y ayudarlo con las tareas de preparación del globo. Después de una serie de demoras en los aprestos del vuelo y de dificultades para llenar el globo con una precaria cañería que traía el gas de hulla desde la compañía del alumbrado público de la ciudad de Buenos Aires, el técnico francés desistió de participar en un vuelo que no ofrecía garantías de culminar con éxito. Tal contratiempo no haría abandonar la idea de realizar el vuelo a Anchorena, quien se dirigió al público presente y realizó una pregunta que solo un valiente podría responder: “¿alguien quiere acompañarme?”. Tras unos momentos de silencio, la respuesta sería del Director de Alumbrado de la Municipalidad, el ingeniero Jorge Newbery se atrevió al viaje.

Newbery y Anchorena dentro del globo Pampero
El cruce resultó un éxito. Aunque no faltaron contratiempos: debieron desprenderse de todo el peso que llevaban, incluso la barquilla del globo. Los dos tripulantes se colgaron de la red y rezaron para volver a pisar tierra. Cuentan que Anchorena comenzó a caminar en tierras uruguayas para buscar el pueblo más cercano hasta que se topó con un paisano que, sorprendido, les preguntó que hacían a pie en medio del campo, la respuesta de Anchorena fue: “venimos de Buenos Aires”, a lo que respondió: “!Estos porteños! ¿Y ahora me van a decir que vinieron volando?”. Seguramente una gracia más que un diálogo real pero la anécdota marca la importancia del hecho, la Argentina disponía de hombres capaces de realizar sucesos próximos a lo increíble. Estos eran los pioneros de las alas nacionales que comenzarían a realizar proezas en las frágiles máquinas que sucedieron al inaugural vuelo de los hermanos Wright, en 1903. La primera consecuencia del vuelo de Anchorena y Newbery fue la fundación del Aero Club Argentino, del cual Aarón Anchorena fue su primer presidente y recibió el brevet N° 1. Este Aero Club fue la simiente de las alas militares nacionales.

El Aero Club tuvo un golpe que atentó contra su continuidad, el 17 de octubre de 1908 el “Pampero” partió
desde el Campo de la Sociedad Sportiva Argentina, en Palermo, y nunca más se supo de él. Era su tripulante Eduardo Newbery, hermano de Jorge. Muchos rumores y conjeturas se tejieron pero lo concreto es que tanto el “Pampero” como sus tripulantes nunca volvieron a aparecer. Se especuló con que Jorge Newbery, afectado por la desaparición de su hermano, dejaría la actividad. Sin embargo el 24 de enero de 1909, Newbery voló el globo “Patriota” con el que llegó a la localidad de Marcos Paz, en la provincia de Buenos Aires. Pero la actividad necesitaba un impulso. La gente temía a los globos. Entonces Newbery se entrevistó con una figura de notable ascendencia en los porteños: el doctor Alfredo Lorenzo Palacios. “Nadie quiere oír hablar de globos, doctor, desde la desaparición de mi hermano. Si usted sube, se hará un movimiento favorable. Se borrará la impresión dramática de los actuales momentos. Necesito un hombre como usted”. Las palabras de Newbery convencieron al futuro diputado socialista quien lo acompañó en el próximo vuelo del “Patriota”.

Newbery antes de volar en el Pampero
Contaría después Alfredo Palacios: “yo sabía lo que era una nube pero nunca la había tocado. Y cuando nos hallamos a pleno sol y la sombra del globo resbalando sobre las nubes, asistí a un maravilloso espectáculo que jamás viera ni imaginara. Todo envuelto en silencio, un silencio poético, suave, un silencio de nubes serenas”.

Newbery realiza más vuelos con el “Patriota” y el célebre “Huracán”. El 27 de diciembre de 1909 bate un nuevo record cruzando el Río de la Plata y el Uruguay para descender en la localidad de Bagé, en Brasil. El cable trae la noticia a Buenos Aires: “Jorge Newbery ha batido el record de tiempo y distancia en Sudamérica volando, durante trece horas, 550 kilómetros”. El 8 de enero de 1911 vuelve a superar el record de distancia, recorriendo 660 km, y el de altura, a la vez, elevándose a 3.400 metros. Ambas hazañas las realiza a bordo del “Eduardo Newbery”. Con el globo “Buenos Aires”, bate el record de altura alcanzando los 5.100 metros el 5 de noviembre de 1912, acompañado por el teniente primero Raúl E. Goubat y por el teniente de navío Melchor Z. Escola.

Los vuelos en globo ya había colmado sus expectativas, solo le quedaba un desafío y era cruzar la cordillera de Los Andes, emprendimiento que estudió pero no llegó a realizar.

Creación de la Escuela de Aviación Militar 

E.A.M situada en El Palomar, provincia de Buenos Aires.
La aviación atrajo a Newbery en los últimos años de su vida. Había obtenido el diploma número 8 de nuestra aviación y voló desde mayo de 1910. Por su influencia, y la del fervoroso grupo que lo acompañaba, el Poder Ejecutivo Nacional dicta un decreto el 10 de agosto de 1912 por el cual se crea la Escuela de Aviación Militar. La dirección técnica de dicha escuela es confiada a Jorge Newbery, y a los tenientes coronel M. J. López y Enrique Mosconi. La tarea es difícil, sobre todo el tratar de adquirir una flotilla de aviones y obtener la negativa del Estado por “falta de fondos”. Pero el espíritu emprendedor de estos hombres pasaría por alto el obstáculo. Se apela al pueblo y se crea una Comisión Central Recolectora de Fondos para la flotilla Aero Militar Argentina. La idea es que con el aporte de la población se junte el dinero necesario para comprar las aeronaves. El resultado: un millón y medio de postales alegóricas son adquiridas por la población. Los hombres más activos en la campaña fueron Newbery y el teniente coronel Mosconi.
El 25 de mayo de 1913 el público que se congrega en el Hipódromo Argentino asiste al paso de la primera escuadrilla militar que surca el cielo de la Capital. Al frente de esos cuatro aviones, dirigiendo el vuelo, iba la máquina conducida por Jorge Newbery. 

Épocas de record

La hora de los record llegan a la aviación, Newbery con el avión “Centenario”, un Blériot Gnome de 50 HP,
cruza el Río de la Plata y aterriza en Colonia, convirtiéndose en el primer hombre que cruzó el Plata en globo y en aeroplano.

El 13 de octubre de 1912, a bordo de un Blériot alcanza en vuelo una altura de 2.400 metros, clasificándose en el tercer lugar de altura, entre los pilotos de nuestro país. Tiempo después bate la marca sudamericana alanzando la altura de 4.075 metros y unos días más tarde eleva esa marca a 4.178 metros. En febrero de 1914, en plena preparación para realizar el cruce de Los Andes, llega a los 6.225 metros de altura, superando los 5.000 metros que deseaba alcanzar, cifra que superaba la altura de la cordillera por donde quería cruzar.

El paso a la inmortalidad

Quería cruzar los Andes y viajó a Mendoza para estudiar las posibles rutas. Pero antes de regresar a Buenos Aires accedió a un pedido de unas damas locales, que lo querían ver volar. El domingo 1º de marzo de 1914, deciden realizar un vuelo de exhibición junto al aviador Benjamín Jiménez Lastra despegando en el campo de aviación Los Tamarindos, como se conocía entonces a la actual zona de El Plumerillo en el distrito de Las Heras, Mendoza. Tras despegar junto a su compañero, Lastra , tomaron altura y durante una de las maniobras de vuelo, el Morane-Saulnier, pilotado por Jorge Newbery, comenzó a desestabilizarse y a no responder a los mandos de vuelo, precipitándose e impactando violentamente contra el suelo, matando a Newbery al instante, e hiriendo gravemente a su acompañante. Al momento de la tragedia, Newbery tenía 38 años. Minutos después la noticia se conocía en Buenos Aires generando una ola de dolor y consternación en la población.

Newbery el día anterior de la tragedia
En octubre del año 2002, muchos años después de la tragedia aérea, sólo quedaba un testigo de lo ocurrido en Mendoza. Este testigo fue el brigadier mayor Ricardo Olmedo, un hombre de 97 años, que sólo contaba con ocho cuando vio en Mendoza estrellarse el avión del polifacético Jorge Newbery.

Aquel 1° de marzo, cuenta Olmedo, la familia festejaba el cumpleaños de su madre, doña María Teresa Marchetto, en la finca que tenían en Guaymallén, a cinco kilómetros de la capital mendocina.
"En esa época los coches eran tirados a caballos. Por eso, cuando escuchamos el ruido de un motor nos llamó mucho la atención a todos. Mi padre gritó: '¡El aeroplano!'. El sabía que Newbery estaba en Mendoza, y estaba seguro de que ese avión sería el de él", recuerda Olmedo con absoluta lucidez.
"Todos salimos a ver el vuelo", continúa. Pero lo que siguió fue la tragedia: "El aeroplano se inclinaba mucho sobre su lado izquierdo y caía a gran velocidad. Mi padre, que era oficial del Ejército y entendía de aeroplanos, fue el que nos anticipó el desastre: 'Se cae, se cae', gritó", cuenta.
Newbery se decidió a emprender el que sería su último vuelo al volver de un almuerzo con Rufino Orgefa, el entonces gobernador de Mendoza. Se encuentra en el hotel con unas familias amigas. Una chica lo desafió a volar.

Difícil fue para el aviador esquivar la sugerencia de aquella agraciada niña. Newbery no tenía su avión en Mendoza. Pero un amigo suyo, Teodoro Fels, fue quien se lo prestó. Antes de dirigirse al autódromo, Jorge le ofrece a uno de sus amigos, Benjamín Giménez Lastra, si quiere volar con él. "Con mucho gusto", responde el hombre entusiasmado.

Fels le avisa a Newbery que la máquina estaba tirando del ala izquierda. El, despreocupado, insiste en que
Reconstrucción de la caída
se encargará de probarlo. Jorge no tenía el relicario con el recuerdo de su madre que utilizaba en cada viaje como amuleto. Pero no le dio mayor importancia; una de las jovencitas le había acercado una medalla de la Virgen de Lourdes para la suerte.

El avión tomó vuelo y se perdió en las alturas. Le había prometido a su amigo Giménez Lastra, al que él llamaba Tito, demostrarle unas pruebas que había aprendido en Francia.

Comenzó a hacer un looping, una de esas piruetas en las que el aeroplano da una vuelta de 360°, pero al intentar estabilizar la máquina, Newbery se da cuenta de que no podrá controlar el avión.
La máquina se encapricha en inclinarse sobre su ala izquierda. "Caía con mayor rapidez de la que avanzaba", describían. "Se cae, se cae", se escuchó desde una finca cercana.

Las exequias del ídolo popular

La llegada del cuerpo de Newbery a Buenos Aires se produjo el martes 3 a las 8:45 hs. Una inmensa muchedumbre lo esperó en el andén de la estación Palermo, del ferrocarril Pacífico. Desde allí fue trasladado hasta el local de la Sociedad Sportiva Argentina. El Ministro de Guerra dispuso que allí quedara bajo la custodia del jefe de la Escuela de Aviación Militar, dos oficiales y 70 hombres de tropa con fusiles y traje de gala. Durante toda la noche la población de Buenos Aires desfiló incesantemente por el local de la Sportiva y al día siguiente una verdadera multitud tomó ubicación en la avenida Alvear para seguir el trayecto de la comitiva hasta el cementerio de la Recoleta. Frente a aquel local se colocaron cuatro aeroplanos de El Palomar, con los cuales rendía honores el destacamento de conscriptos.


Los restos mortales de Newbery fueron depositados en el cementerio de la Recoleta y el  2 de mayo de 1937 fueron trasladados al cementerio de la Chacarita. Se apagaba así la vida de una figura popular, un emprendedor, un eficiente hombre público que dedicó su vida al progreso pero no solo en el plano personal, sino en beneficio de su comunidad. 

Homenajes

El aeropuerto Jorge Newbery de la ciudad de Buenos Aires, también conocido como Aeroparque, lleva su nombre en reconocimiento a su trabajo pionero en la promoción de la aviación en Argentina.Finalmente cabe destacar que el barrio porteño de Villa Lugano fue la cuna de la aviación argentina, slogan que lleva hoy la localidad bonaerense de El Palomar por el asiento de la I Brigada Aérea que fuera en su oportunidad la Escuela Militar de Aviación. El barrio de Villa Lugano fue donde Newbery comenzó sus primeras hazañas en aviación y por ello en la Autopista Dellepiane muy cerca de la Avenida Gral. Paz se levantó un monumento al histórico piloto.

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