domingo, 15 de mayo de 2011

El sueño de Ícaro


El sueño de Ícaro

El deseo de volar es un rasgo humano universal encarnado en la mitología por Ícaro y que en la realidad ha servido de impulso, a lo largo de la historia de la ciencia, para numerosos avances técnicos. La Casa de las Culturas del Mundo estudia en Berlín la relación entre este deseo ancestral y el desarrollo de la tecnología en una exposición que lleva por título 'El sueño de volar' y que recorre el espíritu creativo detrás de una serie de descubrimientos, desde el bumerán hasta los vuelos al espacio.
Experimentamos las primeras sensaciones de vuelo siendo aún bebés, cuando de pequeños alzaban en el aire y viviendo la emocionante sensación de ingravidez. Esa experiencia traspasa todas las fronteras y culturas, es compartida a escala global por los seres humanos y puede estar en el trasfondo psicológico de nuestra fascinación por el vuelo, acreditaba en las culturas más antiguas con la representación de dioses alados y que pervive hasta nuestros días.
Otto Lilienthal realizando sus vuelos de planeo
Otto Lilienthal volando con su diseño de planeador.

El origen del deseo de volar

Desde chamanes prehistóricos de Siberia hasta los fans teatro  experimental que vuelan suspendidos de cables. Se han rastreado los orígenes de este deseo de volar también en el sistema vestibular de nuestro oído interno, que evolucionó en los humanos junto a la capacidad de caminar, y la capacidad de nuestra conciencia de recurrir a los sentidos para la construcción de una perspectiva similar a la vista de pájaro del paisaje circundante.
El deseo de dominio de los cielos responde también, por supuesto, a factores vinculados al poder político y militar, y la exposición se muestra cómo en muchas civilizaciones, tanto modernas como antiguas, los impulsos diversos asociados de vuelo han influido en las fusiones del arte, la política y la ciencia, estimulando los avances tecnológicos.



Los vuelos del futuro

Fuegos artificiales chinos, cometas, diseños de Leonardo, hitos históricos en el desarrollo de aviones, zeppelines y planeadores, Gagarin y la Estación Espacial Internacional se presentan junto con una exploración de la idea de que esta trayectoria, entendida como aventura del hombre en pos de la capacidad del vuelo, sólo se puede entenderse en un contexto más amplio de los acontecimientos culturales y psicológicos.
La exposición augura que las previsiones de escasez energética dificultará el sueño hecho realidad del que disfrutamos actualmente y que incluye la posibilidad, al alcance de muchos, de volar con facilidad de un país a otro sin grandes esfuerzos. Pero sus teóricos preconizan que el hombre seguirá intentando vivir esa experiencia una y otra vez, aunque no disponga de vuelos.

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