El VEx 5A es el primero que tendrá dos "etapas";
en Pipinas y en Punta Indio prueban todos sus sistemas; la idea es lanzarlo a
fines de febrero
El camino atraviesa un descampado que se une, en el
horizonte, con el cielo gris. Después del mediodía, el viento sopla fuerte y
agita el gran hangar blanco que se levanta detrás de un cerco de alambre.
Sólo esta gran instalación, con el sello de la Comisión Nacional
de Actividades Espaciales (Conae), una casilla de vigilancia y dos altas torres
rectangulares, más varias construcciones y contenedores dispuestos sobre el
terreno que bordea las aguas marrones del Río de la Plata, sugieren que estamos
nada menos que en el centro de pruebas del proyecto Tronador, el lanzador
espacial que pondrá en órbita satélites de hasta 250 kg, una capacidad que sólo
posee un puñado de países; el primero que desarrolla íntegramente un país
latinoamericano.
Si todo sale como está previsto, hacia fines de febrero
desde aquí mismo se lanzará el VEx 5A, uno de los vehículos experimentales
contemplados en el cronograma que culminará en 2019, cuando el Tronador II
salga despedido hacia el espacio.
Las dos desconcertantes torres son el primer banco de
pruebas para motores criogénicos, es decir que funcionan con oxígeno líquido y
kerosene. Ya se iniciaron los testeos, empezando con el de 10 toneladas de
empuje que impulsará al vehículo a punto de lanzarse. Luego vendrán otros que
alcanzarán las 35 toneladas, como los que exigirá el Tronador II.
Traslado del prototipo VEx 5A a la base Capetina : Foto elcolonodigital.com.ar |
El VEx 5A es el primero de los prototipos diseñados por la
Conae que tendrá dos "etapas" (en el modelo definitivo, la primera
impulsa el vuelo durante algo más de dos minutos hasta que el lanzador vence la
fuerza de gravedad, se desprende y cae al océano; la segunda inyecta el
satélite en órbita). También es el primero que llevará kerosene y oxígeno
líquido en la primera etapa e hidracina en la segunda.
"El kerosene es un desarrollo local, en colaboración
con Y-TEC, el centro tecnológico de YPF y el Conicet -se entusiasma el
ingeniero Pablo Servidia, investigador principal del Área de Acceso al Espacio
de la Conae-. El kerosene simplemente tiene que entrar en contacto con el
oxígeno para encender el motor. Cuando el lanzador ya está en el espacio y uno
necesita más confiabilidad en el encendido, porque no hay segundas
oportunidades, ahí sí se usa una cantidad mucho más reducida de
monometil-hidracina y tetróxido de nitrógeno."
A diferencia de los cohetes con propulsores sólidos, que
exigen extremar las condiciones de seguridad en todo momento, porque el
propelente está puesto dentro del tubo, los que llevan combustibles líquidos se
cargan al final, dos horas antes de dar la orden de despegue, y permiten
reducir al mínimo los riesgos para trabajar.
Ante nuestros ojos, el VEx 5A es un gran cilindro de un
metro y medio de diámetro (alrededor de un metro menos que lo que medirá el
Tronador II) y 17 metros de altura.
"Se trata de un vehículo «atmosférico», es decir que
nunca saldrá de la atmósfera. Como no superará los 15 km, durante una cierta
parte del vuelo se estabilizará por aletas -detalla Servidia-. Cuando le llegue
el turno al Tronador no las necesitará, porque con las toberas de la primera
etapa superará los 100 km, que es donde la influencia de la atmósfera resulta
más importante."
En estos momentos, el enorme dispositivo está acostado sobre
una gruesa estructura de metal azul a la espera de que amaine el viento y
puedan sacarlo del hangar y erguirlo en posición vertical.
"Esto mismo es la torre de lanzamiento -explica
Servidia, mientras da unas palmadas al sólido andamio de acero-. Esos brazos
sirven para anclar el vehículo hasta que se dan las condiciones apropiadas para
lanzar. En ese momento lo liberan y el vehículo despega por su propio empuje.
Si surge algún problema, se interrumpen las operaciones."
Pero el día del lanzamiento, la mayor parte de los
involucrados no estará en este terreno que el río lame sin cesar, sino a 14 km
de distancia, en Pipinas, un pueblo de 954 habitantes que dormita al costado de
la ruta provincial 36 y que ahora algunos llaman "el Houston
argentino".
El centro de control se encuentra en un edificio impecable
construido en los terrenos de la ex cementera Corcemar. "Desde aquí,
cuando apenas había un contenedor, se siguió el primer lanzamiento [que los
ingenieros consideraron un éxito, porque sólo falló una agarradera], en febrero
de 2014", cuenta Félix Menicocci, secretario general de la Conae.
Además de los desafíos que plantea su complejidad,
desarrollar un vehículo espacial autónomo, algo que nunca antes se había
intentado en el país, tiene la dificultad de que no hay "manual" que
enseñe a hacerlo. El reducido club de países que tienen el know how, apenas una
decena, se lo reservan, entre otras, por razones económicas.
"El desarrollo de la electrónica empieza con el diseño
de los elementos para el guiado y control del vehículo, que son el corazón de
un lanzador", destaca el ingeniero Daniel Rocca. Entre ellos está un GPS
de tecnología local con la precisión requerida por una nave que tiene cotas en
altura y velocidad que hacen que un receptor normal no funcione.
¿Son optimistas? "Ésta será la primera prueba de un
vehículo de dos etapas, de modo que sería fantástico que todo ande bien
-explica Servidia-. Está previsto un segundo prototipo (VEX 5B), un poco más
optimizado en peso, que estimamos poder lanzar en la primera mitad del año
próximo. Y otro (VEx 5C) que incorporará una turbobomba (una turbina que mueve
dos bombas, una que impulsa el combustible y otra que impulsa el oxidante) y
que permite elevar mucho la presión de trabajo del motor, obtener más empuje y
alivianar los tanques. Esta última versión es la que probará toda la tecnología
que desarrollamos."
Entonces sí estará todo listo para el gran día en que se
verá partir hacia el cielo, como desgarrando el espacio, al Tronador II. El
programa es ambicioso y, si todo sigue como está previsto, el país marcará
rumbos en la actividad espacial.
Cómo será el despegue, comandado a distancia
El propelente sólo ingresa unas dos horas antes del
lanzamiento
Quienes comanden el lanzamiento del VEx 5A estarán en una
sala colmada de pantallas perfectamente alineadas del centro de control de
Pipinas. "La operación comienza unas doce horas antes y cargar el lanzador
dura alrededor de dos horas -afirma Pablo Servidia, investigador principal del
proyecto-. El propelente ingresa por tuberías, una para el kerosene y otra para
el oxígeno líquido, una para la hidracina y otra para el tetróxido de
nitrógeno. Esos módulos son totalmente autocontenidos y controlables en forma
remota por fibra óptica."
El ingeniero subraya que el propelente se carga una vez que
los químicos y los encargados del soporte mecánico abandonan el lugar, y se
dirigen a dos estaciones ubicadas 8 km al sur y al norte del sitio de
lanzamiento. "Es por seguridad y porque el oxígeno líquido, al ponerlo a
temperatura y presión ambiente, pasa al estado gaseoso y empieza a perder masa.
Es un proceso que no puede extenderse en el tiempo", agrega.
"Muchas veces no se advierten los obstáculos que hay
que sortear para desarrollar esta tecnología -dice Daniel Rocca, también
ingeniero electrónico-. Por ejemplo, seleccionar adecuadamente los componentes,
lograr que cada dispositivo deje de ser un experimento de laboratorio para
convertirse en un equipo confiable como para guiar cargas útiles que costarán
millones de dólares."
En el lanzador se emplean alrededor de 3000 piezas hechas en
el país, más de 10.000 "pines" para conectar cableado y alrededor de
85 cajas de electrónica que viajarán al espacio. Entre baterías, equipamiento
de comunicación, transmisores y receptores, utiliza unos 10 km de cables.
Para minimizar fallas, durante las semanas que restan, en la
base naval de Punta Indio se realizarán pruebas de presurización y
estanqueidad, de electrónica, de telemetría, de control de las toberas. También
se testeará el GPS (para confirmar que las interferencias electromagnéticas no
afectan la operación). "Hay que alimentarlo, monitorear todas las señales
internas (sensores de presión, de temperatura, de caudal), verificar las
comunicaciones", informa Servidia.
"Una vez que se enciende el motor desde tierra
-concluye-, la operación es totalmente automática. Con una única excepción:
nosotros podemos terminar el vuelo mediante un comando por radiofrecuencia en
caso de verificar que el vehículo no se está comportando como está planeado, ya
sea porque no está siguiendo la trayectoria o porque el punto de impacto está
fuera de una zona segura."
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